El artista Tunipanea realizó entre enero y febrero de 2021 un taller con las alumnas del instituto Soloarte de Basauri, en colaboración con Jone Loizaga, profesora de plástica. En este texto, explica en qué consistió la actividad.
Además de artista participante en la colección de Artoteka, en enero fui invitado para impartir un taller de 3 sesiones en el instituto Soloarte de Basauri. Voy a compartir brevemente la experiencia pero antes me gustaría intentar contextualizar mi trabajo, que me gusta definir en el marco “Luthería Experimental”. En otras palabras, me dedico principalmente a investigar en el ámbito del sonido desde la construcción de instrumentos musicales, en muchas ocasiones inspirados en instrumentos tradicionales del mundo y también en prácticas más contemporáneas del ámbito del arte sonoro y la robótica musical. Me interesa muy específicamente explorar la parte mecánica, la parte escultórica y también la vertiente artesanal de los procesos en los que me sumerjo y todo esto queda mezclado con lo que me apasiona de fondo: la inseparable relación ritual con el lenguaje sonoro que nos acompaña al ser humano en todas sus variedades.
Llevo 11 años de dedicación plena al estudio tanto teórico como práctico, cosa que me ha permitido disponer de un gran abanico de recursos a la hora de proyectar actividades de cara al público que principalmente toman forma de exposición, directos, actividades didácticas y otras actividades especiales muy en la ideología de la Artoteka como es mi proyecto Lutiteka (biblioteca de préstamo de instrumentos musicales en activo desde 2019).
Al igual que en otras propuestas de taller de varias sesiones, en la primera sesión del instituto Soloarte, he hecho un recorrido a través de instrumentos de mi propia creación, haciendo un selección que me permite hablar a través de ejemplos de diferentes conceptos como la clasificación de instrumentos musicales (Sachs-Hornbostel), escalas musicales y culturas, cualidades del sonido, inmigración a través de la música, acústica y electrónica.
La experiencia en esta clase concreta fue especialmente positiva por lo receptiva que fue y signo de ello es que lo que debería haber durado una hora se alargó inevitablemente el doble por la cantidad de preguntas y conversaciones que surgieron.
Para la segunda y tercera sesión planteé un ejercicio práctico que se basó en la construcción de un sencillo instrumento de una sola cuerda con materiales como listones de madera, latas y clavijas de guitarra. Cada participante hacía un instrumento con una longitud y nota concreta de una escala de manera que todos los monocordios unidos forman un instrumento de cuerda pulsada, percutida o frotada completo. Esta colección de instrumentos se ha quedado como parte de los recursos de la clase de música del instituto.
El proceso de construcción implicaba principalmente hacer cortes con sierra, atornillar y agujerear con taladro, afinar con afinador electrónico y a pesar de las actuales dificultades derivadas de las restricciones sanitarias, todo avanzó de forma fluida y conseguimos terminar a tiempo.
Fotos: Olga Ruiz