Mis motivaciones vienen por experiencias personales sobre las que reflexiono y que traslado, de forma bastante críptica, a mi trabajo pictórico. Me identifico con las corrientes del Surrealismo, el Simbolismo, la filosofía clásica, el ocultismo, la literatura fantástica, la teosofía, la psicología etc… Todos estos movimientos tienen en común una búsqueda de evocación de lo espiritual, una noción esquiva y un medio para acceder al alcance de la mente y la quintaesencia de la realidad, más allá de las apariencias. Esa es la gaseosa base sobre la que intento trabajar.
Soy pintora y me identifico como tal. Para llevar a cabo mi producción pictórica parto de una serie de imágenes mentales que voy construyendo poco a poco en mi cabeza y que después intento llevar a la realidad a través de dibujos preparatorios, bocetos digitales y finalmente una pintura. Además tengo un archivo ingente de documentación visual, que he ido recopilando a través del tiempo, antes en papel y ahora, necesariamente, en ese pozo sin fondo que es Internet, donde encuentro referencias que me interesan por color, por su estética, o por la idea o sensación que transmiten.
Mis cuadros son tranquilos, estáticos, y a pesar de ello, algunos son capaces de generar un movimiento interior en la persona que los examina. Me gusta la idea de que se entienda esta contemplación como una ventana, una ficción más de las muchas que se crean en este momento, pero una en la que hay que trabajar un poco, porque no hay guión, solo un puzzle de elementos que nos llevan a conectar con un aspecto de la vida que generalmente se obvia, que es el mundo interior, la imaginación activa y la capacidad de fantasear sobre cuestiones que están fuera de la cotidianeidad, de las noticias y de la pandemia.